Infarto renal

jueves, 7 de febrero de 2008

Infarto del riñón

Un infarto renal es la muerte de una zona de tejido renal causada por la obstrucción de la arteria renal, la arteria principal que lleva la sangre al riñón.

La obstrucción de la arteria renal es rara y, cuando se produce, habitualmente se debe a que una partícula que estaba flotando en el flujo sanguíneo (émbolo) se aloja en la arteria. El émbolo puede originarse a partir de un coágulo sanguíneo (trombo) en el corazón o por la rotura de un depósito de colesterol (ateroma) de la aorta. Por otra parte, el infarto puede ser consecuencia de la formación de un coágulo sanguíneo (trombosis aguda) en la misma arteria renal, provocado por una lesión de la arteria debido a cirugía, a una angiografía o a una angioplastia. El coágulo puede también ser el resultado de una arteriosclerosis grave, arteritis (inflamación de las arterias), drepanocitosis o la rotura de un aneurisma de la arteria renal (una protuberancia en la pared de la arteria). Un desgarro del revestimiento (disección aguda) de la arteria renal hace que el flujo de sangre en la arteria se obstruya o que la arteria se rompa. Las causas subyacentes del infarto incluyen arteriosclerosis y fibrodisplasia (desarrollo anómalo de tejido fibroso en la pared de una arteria).

El infarto renal puede ser producido por varias circunstancias: ocasionalmente de modo terapéutico (infarto terapéutico) para tratar tumores del riñón, por una pérdida masiva de proteínas por la orina (proteinuria) o por una hemorragia incontrolable del riñón. El flujo de sangre al riñón se obstruye introduciendo un catéter dentro de la arteria que alimenta el riñón.

Síntomas y diagnóstico Las pequeñas obstrucciones de la arteria renal a menudo no producen ningún síntoma. Sin embargo, pueden causar un dolor constante y agudo en la zona lumbar (dolor en el costado) sobre el lado afectado. Pueden producirse fiebre, náuseas y vómitos. La obstrucción parcial de la arteria puede conllevar el desarrollo de hipertensión arterial.

La obstrucción total de ambas arterias renales, o de una sola en las personas que sólo tienen un riñón, detiene completamente la producción de orina e interrumpe el funcionamiento de los riñones (insuficiencia renal aguda).

Los análisis de sangre, por lo general, muestran un número anormalmente elevado de glóbulos blancos. En la orina se encuentran presentes proteínas y cantidades microscópicas de sangre. Pocas veces puede haber una cantidad de sangre suficiente como para que sea visible a simple vista.

Es necesario efectuar pruebas de imagen del riñón para realizar el diagnóstico, porque ninguno de los síntomas o de los exámenes complementarios identifican específicamente un infarto renal. Durante las dos primeras semanas que siguen a un infarto extenso, la función del riñón afectado es escasa. Una urografía endovenosa o las imágenes con isótopos radiactivos pueden mostrar el escaso funcionamiento, dado que el riñón no puede excretar las cantidades normales de sustancia radiopaca (que es visible en las radiografías) o de indicadores radiactivos utilizados en estas pruebas.

Sin embargo, teniendo en cuenta que el escaso funcionamiento renal puede también ser provocado por otras afecciones además del infarto, una ecografía o una urografía retrógrada pueden ser necesarias para diferenciar entre las distintas causas. El mejor modo de confirmar el diagnóstico y obtener una imagen clara del problema es efectuando una arteriografía renal, en la que se inyecta una sustancia radiopaca dentro de la arteria renal.

Sin embargo, la arteriografía se lleva a cabo solamente cuando el médico tiene previsto intentar desobstruir la arteria. La eficiencia con la que se restablece la función renal se puede evaluar mediante una urografía endovenosa o con una gammagrafía con isótopos radiactivos repetidas a intervalos de un mes.

Irrigación de sangre al riñón

Tratamiento

El tratamiento habitual consiste en la administración de anticoagulantes con el fin de prevenir la formación de coágulos adicionales que van a obstruir la arteria renal. Los fármacos que disuelven coágulos (trombolíticos) son de introducción más reciente y pueden ser más eficaces que otros tratamientos. Los fármacos mejoran la función renal sólo cuando la arteria no está completamente obstruida o cuando los coágulos se pueden disolver en el plazo de 1½ a 3 horas, tiempo durante el cual el tejido renal puede aguantar la pérdida de su aporte sanguíneo.

Para eliminar la obstrucción, el médico puede hacer pasar un catéter con un globo en el extremo, desde la arteria femoral en la ingle hasta la arteria renal. Luego se infla el globo para forzar la abertura de la zona obstruida. Este procedimiento se denomina angioplastia transluminal percutánea.

El tratamiento óptimo del infarto renal es incierto, pero en general se prefiere el tratamiento farmacológico. Aunque la cirugía corrige la obstrucción de los vasos sanguíneos, implica mayores riesgos, complicaciones y hasta la muerte, y la función renal no mejora más que cuando son utilizados los anticoagulantes o los fármacos trombolíticos solos. La cirugía es el tratamiento preferido únicamente en el marco de una rápida intervención (en el término de 2 a 3 horas), para eliminar un coágulo sanguíneo en la arteria renal, provocado por una herida (trombosis traumática de la arteria renal).

Aunque la función renal puede mejorar con el tratamiento, por lo general no llega a recuperarse por completo.

REFERENCIAS

MANUAL MERCK de información práctica para el hogar http://www.msd.es/publicaciones/mmerck_hogar/seccion_11/seccion_11_125.html2008

2008

Datos personales